01/07/2019
Gente (trabajadora y alemana) del Siglo XX., de August Sander.
Este pasado mes de junio visité la exposición Fotografías de “Gente del siglo XX”, del alemán August Sander (1876-1964),en el Palacio de la Virreina de Barcelona. Se trata de la colección de este fotógrafo sobre las imágenes que tomó entre la década de 1910 y mediados de la década de 1950, en las que retrata una amplia panoplia de perfiles profesionales y tipológicos de la sociedad alemana en esa franja histórica temporal.
s de interés subrayar por ahora este último rasgo, ya que Sander va a realizar sus retratos de personas anónimas en un período histórico inaudito en la historia de Alemania, que tendrá unas consecuencias insoslayables en su devenir y en él, el toda Europa (y el mundo),ya que empieza a fotografiar cuando este país da sus primeros pasos tras crearse en 1871 como Estado nación de carácter imperial, prosigue con el estallido de la I Guerra Mundial en 1914, le sucede la caída del Imperio y la proclamación de la República de Weimar, la creación del III Reich con la subida al poder de Hitler, el inicio de la II Guerra Mundial y la destrucción del nazismo a su fin, para acabar con la colección con retratos tomados ya en la postguerra, todo ello condensado en la colección fotográfica en unos 40 años.
En todo caso, con esta sucesión de acontecimientos de carácter sísmico no quisiera ofrecer al lector de este blog la idea de que se trata de una colección de historia, al contrario, al retratar a personas en función de sus profesiones o de su encasillamiento social, considero que Sander no pretender darnos a conocer el período histórico por el que atraviesa su país, sino que se trata más bien de un acercamiento sociológico sobre los individuos que lo pueblan. Como dice el cuaderno didáctico del Palau de la Virreina ofrecido a los visitantes a al acceder a la exposición, “en cierta forma, y para muchos intérpretes u observadores que se aproximaron a ellos durante el último siglo, constituyen algo parecido a un panóptico sobre la condición humana, un registro acerca de las vicisitudes, las mentalidades y los modos de organización social en la vida campesina y en la metrópolis moderna”. Otra cosa es que es que, mirando los retratos de esos seres humanos, podamos inferir elementos que nos sirvan para justificar los sucesos políticos e históricos que sucedieron a esas imágenes, pero eso no deja de ser una trampa intelectual basada en el conocimiento actual de hechos pasados. Si ahora un fotógrafo me hiciera un retrato como “profesor de universidad”, no tengo la conciencia de que la captura de mi imagen pueda explicar algo que va a pasar en cinco o diez años, aunque tal vez, si el fotógrafo pudiera captar, al hacernos una fotografía tanto a mi como a otras personas con oficios o caracteres diversos, las circunstancias sociales en las que estamos inmersos, tal vez volvería a repetirse la historia y con ello, desde el futuro regresarían para decirnos que entienden por que decayó nuestra civilización.
En todo caso, las imágenes que toma Sander no podrían repetirse hoy en un aspecto: el principio de base de las imágenes tomadas es que el personaje retratado se mostrase como el mismo se ve en función de su profesión, trabajo o tarea encomendada, es decir, el carpintero, por ejemplo, posa ante Sander en función de cómo aquél entiende que debe ser reflejado su gremio. Como fue objeto de comentario entre las personas que me acompañaban en la exposición, dicho carpintero es libre de posar como quiere, Sander no le obliga a nada, pero al hacerlo, muestra en su pensamiento como quiere ser visto ante la sociedad en cuanto persona definida por ese tipo de oficio. Creo que hoy no podría ser hecha una fotografía de ese estilo, ya sea porque el trabajo en cuanto valor social no está siendo reconocido a nivel político y social pese a que es un baluarte esencia de una vida digna, sino porque parece que las personas quieren aparecer en cuanto individuos, dando una imagen de si mismos y no de lo que representan socialmente, en la que parece que lo importante de sus gestos es que muestren su felicidad (al menos aparente) o lo lúdico de su existencia, aunque sea a base de reconfigurar artificialmente su imagen.
En las fotografías de Sander, todo es realista y objetivo. Los encuadres son racionales y en blanco y negro, que dejan traslucir la raíz psicológica del personaje, su profesión y las circunstancias que vive.
A la exposición acudí bajo la guía de la agente de arte francesa, Sra. Veronique Michel, guía especializada que trabaja también para el Instituto francés de Barcelona, y cuyas actividades quisiera recomendar para ser seguidas por todos aquellos que deseen aprender del arte y su historia, eso sí en francés. Una de las primeras cosas que recuerdo que dijo la Pr. Michel al entrar en la exposición y empezar con las imágenes de 1910, es si no nos recordaban a la película de Michael Haneke, La cinta blanca de 2009 (enlazo con la página web de Filmaffinity España),ambientada en la Alemania de esos años, y desde luego, yo que la he visto, pude atestiguar que las fotografías me reenviaban a ese film que vi hace años. De forma sintética, y con lo que me ha quedado de mi memoria, habla de la vida en un pueblo alemán antes de I Guerra Mundial, en una sociedad rural impregnada de los principios de vida religiosa del luteranismo, con un fuerte condimento de rigidez en las costumbres y en la apariencia social, donde todo parece puro en la cosa pública, pero con una gran violencia interpersonal puertas adentro en la casa de cada uno, y de autoritarismo social, uno de cuyos pilares es el pastor protestante. En ese pueblo encomendado a las pautas designadas por la Biblia empiezan a suceder actos de violencia incomprensible y de autor desconocido, aunque en las miradas de los niños podemos detectar muchas respuestas. Esos niños podían ser, como la propia información de la película nos interpelaba, los futuros nazis que ocuparan el poder en 1933.
Niños que, a su vez, iban a la escuela y tal vez ahí recibían una educación basada en la tradición y en un conservadurismo social que recordemos, en los años 20 era ya no solo opositor a las ideas que emanaban de la recién creada República de Weimar, sino ferozmente antirrevolucionario o comunista. Ese modelo de educación es el que me viene al pensamiento al ver una de las fotografías icónicas de la exposición: Maestras de escuela primaria, de 1920.
En todo caso, siguiendo la exposición de Sander iba fijándome en las fotografías ordenadas según cada sección en la que aquella estaba ordenada, recuerdo la de “mujeres”, “familias”, “Campesinos”, “arquetipos”, “las clases y profesiones”, “artistas”,etc…, y voy reflejar algunas de la que me impactaron más como El Leñador, donde empecé a pensar, después de haber visto otras anteriormente, como “El hombre de campo”, en el que empece a valorar el tema de las manos de los fotografiados, como símbolo de su identidad, y derivado de ello, del trabajo que hacen o de lo que han sido durante su vida.
También de la manera que tiene de mostrarse el “Paleta”, que es la imagen (recortada) que preside esta entrada. Parece un niño, o tal vez mejor un joven, no lo puedo ver bien con la indumentaria que lleva, unido al hecho de que no se puede comprobar con exactitud su porte o estatura. Lleva un peso importante en sus hombros, cuyas duras condiciones estaría modelando su espalda y su cuerpo. Puedo acertar a saber que las manos si estarán callosas por lo que deben hacer. El retratado se manifiesta mostrando fuera, pero también un gesto serio. También me llamó la atención otra imagen o de “Trabajador extranjero” (1941-1945). No se dice si es un trabajador forzado por los nazis. En todo caso, veo al personaje al que veo en toda su dignidad y humildad, lejos de otras fotos de personajes que rezuman autoritarismo y responden físicamente a los rasgos arios que los nazis propugnaban como propio de Alemania: véanse sus retratos “Industrial”, o sobre todo “El Notario”, símbolo para mí del autoritarismo que sobrevendría con el III Reich.
Otra fotografía que impresiona es la de “Madre en Alegría y Tristeza” (de 1991),que por lo que se me explicó era la mujer de August Sander, en la que si el lector se fija bien en la imagen puede detectar el porqué de esa alegría e infinita desgracia en una madre que, por sus ojos veo que está destruida, pero que acepta los hechos en una sociedad austera y protestante en la que vive.
Otra mujer que me impactó fue la “Víctima de persecucución” (1931),que podemos pensar que se trata de una alemana judía, que ha sido requerida por las autoridades nazis a realizarse una foto identificativa, que debe realizarse de perfil (tal vez para disponer de más datos de su semblante como los que puede ofrecer una oreja). En esa mujer veo, por una parte, la incredulidad ante la persecución a la que es sometida, posiblemente por la injusticia que representa que otros alemanes como ella la quieran oprimir, pero por otra, la dignidad que se refleja su semblante frente al genocidio que los nazis llevaron a cabo de los judíos, pero también de muchas otras personas con diferentes etnias, creencias, ideas, e incluso discapacidades que no reflejaban su prototipo de hombre o mujer ario, o que no se sometieron a los designios de Hitler.
También pienso ello de la fotografía “Gitano”, una imagen, la de un alemán también, pero de esa etnia, que no respondía al estereotipo ario que de forma uniforme querían los nazis mostrar de su país. Me dio tristeza ver esa foto y pensar en lo que le pudo pasar a ese chico ante el horror hitleriano, pero ante todo compruebo otra vez como la diversidad social y personal formaba también parte de Alemania, diversidad que los nazis quisieron borrar del mapa, y que debe defenderse hoy también, pasados ya más de 75 años desde la finalización de esa pesadilla histórica.
De hecho, derivada de esa diversidad de personas que aparece en la obra de Sander, que no refleja lo que Hitler aspiraba para su Reich, no me extraña que el estudio fotográfico de aquél fuese clausurado. De hecho, también perdió a su hijo en los campos de concentración hitlerianos por sus ideas socialistas. Después del fin del nazismo, veo que todavía pudo seguir haciendo fotografías, como una datada en 1952, y titulada “Abogado primerizo” (os animo a buscarla en la propia exposición, si tenéis oportunidad de ir). Yo me identifico con dicha imagen al haberme implicado sentimentalmente con ella por haber estudiado Derecho y, por alejarme de la que antes he citado como El Notario, ya que en esta imagen del Abogado primerizo, me llama la mirada sonriente del hombre retratado en un entorno austero y pobre, solo enriquecido espiritualmente por los cuadernos, libros y lápiz con el que escribe).
Acabé la exposición en el último capítulo dedicado a las manos, bajo el título de “El Ser Humano”, en cuyas imágenes, como ya antes he avanzado, mi pensamiento detectaba la clave identitaria de la persona, sobre todo al hacer su trabajo.
Esta exposición ha acabado ya en Barcelona. Quisiera recomendaros que si va a vuestra ciudad no dejéis de visitarla y de ver las imágenes. Muchos, por no decir todos, nos hablan directamente. He intentado recoger su mensaje, para que los demonios internos que latian en esa sociedad no se repitan.
En todo caso, con esta sucesión de acontecimientos de carácter sísmico no quisiera ofrecer al lector de este blog la idea de que se trata de una colección de historia, al contrario, al retratar a personas en función de sus profesiones o de su encasillamiento social, considero que Sander no pretender darnos a conocer el período histórico por el que atraviesa su país, sino que se trata más bien de un acercamiento sociológico sobre los individuos que lo pueblan. Como dice el cuaderno didáctico del Palau de la Virreina ofrecido a los visitantes a al acceder a la exposición, “en cierta forma, y para muchos intérpretes u observadores que se aproximaron a ellos durante el último siglo, constituyen algo parecido a un panóptico sobre la condición humana, un registro acerca de las vicisitudes, las mentalidades y los modos de organización social en la vida campesina y en la metrópolis moderna”. Otra cosa es que es que, mirando los retratos de esos seres humanos, podamos inferir elementos que nos sirvan para justificar los sucesos políticos e históricos que sucedieron a esas imágenes, pero eso no deja de ser una trampa intelectual basada en el conocimiento actual de hechos pasados. Si ahora un fotógrafo me hiciera un retrato como “profesor de universidad”, no tengo la conciencia de que la captura de mi imagen pueda explicar algo que va a pasar en cinco o diez años, aunque tal vez, si el fotógrafo pudiera captar, al hacernos una fotografía tanto a mi como a otras personas con oficios o caracteres diversos, las circunstancias sociales en las que estamos inmersos, tal vez volvería a repetirse la historia y con ello, desde el futuro regresarían para decirnos que entienden por que decayó nuestra civilización.
En todo caso, las imágenes que toma Sander no podrían repetirse hoy en un aspecto: el principio de base de las imágenes tomadas es que el personaje retratado se mostrase como el mismo se ve en función de su profesión, trabajo o tarea encomendada, es decir, el carpintero, por ejemplo, posa ante Sander en función de cómo aquél entiende que debe ser reflejado su gremio. Como fue objeto de comentario entre las personas que me acompañaban en la exposición, dicho carpintero es libre de posar como quiere, Sander no le obliga a nada, pero al hacerlo, muestra en su pensamiento como quiere ser visto ante la sociedad en cuanto persona definida por ese tipo de oficio. Creo que hoy no podría ser hecha una fotografía de ese estilo, ya sea porque el trabajo en cuanto valor social no está siendo reconocido a nivel político y social pese a que es un baluarte esencia de una vida digna, sino porque parece que las personas quieren aparecer en cuanto individuos, dando una imagen de si mismos y no de lo que representan socialmente, en la que parece que lo importante de sus gestos es que muestren su felicidad (al menos aparente) o lo lúdico de su existencia, aunque sea a base de reconfigurar artificialmente su imagen.
En las fotografías de Sander, todo es realista y objetivo. Los encuadres son racionales y en blanco y negro, que dejan traslucir la raíz psicológica del personaje, su profesión y las circunstancias que vive.
A la exposición acudí bajo la guía de la agente de arte francesa, Sra. Veronique Michel, guía especializada que trabaja también para el Instituto francés de Barcelona, y cuyas actividades quisiera recomendar para ser seguidas por todos aquellos que deseen aprender del arte y su historia, eso sí en francés. Una de las primeras cosas que recuerdo que dijo la Pr. Michel al entrar en la exposición y empezar con las imágenes de 1910, es si no nos recordaban a la película de Michael Haneke, La cinta blanca de 2009 (enlazo con la página web de Filmaffinity España),ambientada en la Alemania de esos años, y desde luego, yo que la he visto, pude atestiguar que las fotografías me reenviaban a ese film que vi hace años. De forma sintética, y con lo que me ha quedado de mi memoria, habla de la vida en un pueblo alemán antes de I Guerra Mundial, en una sociedad rural impregnada de los principios de vida religiosa del luteranismo, con un fuerte condimento de rigidez en las costumbres y en la apariencia social, donde todo parece puro en la cosa pública, pero con una gran violencia interpersonal puertas adentro en la casa de cada uno, y de autoritarismo social, uno de cuyos pilares es el pastor protestante. En ese pueblo encomendado a las pautas designadas por la Biblia empiezan a suceder actos de violencia incomprensible y de autor desconocido, aunque en las miradas de los niños podemos detectar muchas respuestas. Esos niños podían ser, como la propia información de la película nos interpelaba, los futuros nazis que ocuparan el poder en 1933.
Niños que, a su vez, iban a la escuela y tal vez ahí recibían una educación basada en la tradición y en un conservadurismo social que recordemos, en los años 20 era ya no solo opositor a las ideas que emanaban de la recién creada República de Weimar, sino ferozmente antirrevolucionario o comunista. Ese modelo de educación es el que me viene al pensamiento al ver una de las fotografías icónicas de la exposición: Maestras de escuela primaria, de 1920.
En todo caso, siguiendo la exposición de Sander iba fijándome en las fotografías ordenadas según cada sección en la que aquella estaba ordenada, recuerdo la de “mujeres”, “familias”, “Campesinos”, “arquetipos”, “las clases y profesiones”, “artistas”,etc…, y voy reflejar algunas de la que me impactaron más como El Leñador, donde empecé a pensar, después de haber visto otras anteriormente, como “El hombre de campo”, en el que empece a valorar el tema de las manos de los fotografiados, como símbolo de su identidad, y derivado de ello, del trabajo que hacen o de lo que han sido durante su vida.
También de la manera que tiene de mostrarse el “Paleta”, que es la imagen (recortada) que preside esta entrada. Parece un niño, o tal vez mejor un joven, no lo puedo ver bien con la indumentaria que lleva, unido al hecho de que no se puede comprobar con exactitud su porte o estatura. Lleva un peso importante en sus hombros, cuyas duras condiciones estaría modelando su espalda y su cuerpo. Puedo acertar a saber que las manos si estarán callosas por lo que deben hacer. El retratado se manifiesta mostrando fuera, pero también un gesto serio. También me llamó la atención otra imagen o de “Trabajador extranjero” (1941-1945). No se dice si es un trabajador forzado por los nazis. En todo caso, veo al personaje al que veo en toda su dignidad y humildad, lejos de otras fotos de personajes que rezuman autoritarismo y responden físicamente a los rasgos arios que los nazis propugnaban como propio de Alemania: véanse sus retratos “Industrial”, o sobre todo “El Notario”, símbolo para mí del autoritarismo que sobrevendría con el III Reich.
Otra fotografía que impresiona es la de “Madre en Alegría y Tristeza” (de 1991),que por lo que se me explicó era la mujer de August Sander, en la que si el lector se fija bien en la imagen puede detectar el porqué de esa alegría e infinita desgracia en una madre que, por sus ojos veo que está destruida, pero que acepta los hechos en una sociedad austera y protestante en la que vive.
Otra mujer que me impactó fue la “Víctima de persecucución” (1931),que podemos pensar que se trata de una alemana judía, que ha sido requerida por las autoridades nazis a realizarse una foto identificativa, que debe realizarse de perfil (tal vez para disponer de más datos de su semblante como los que puede ofrecer una oreja). En esa mujer veo, por una parte, la incredulidad ante la persecución a la que es sometida, posiblemente por la injusticia que representa que otros alemanes como ella la quieran oprimir, pero por otra, la dignidad que se refleja su semblante frente al genocidio que los nazis llevaron a cabo de los judíos, pero también de muchas otras personas con diferentes etnias, creencias, ideas, e incluso discapacidades que no reflejaban su prototipo de hombre o mujer ario, o que no se sometieron a los designios de Hitler.
También pienso ello de la fotografía “Gitano”, una imagen, la de un alemán también, pero de esa etnia, que no respondía al estereotipo ario que de forma uniforme querían los nazis mostrar de su país. Me dio tristeza ver esa foto y pensar en lo que le pudo pasar a ese chico ante el horror hitleriano, pero ante todo compruebo otra vez como la diversidad social y personal formaba también parte de Alemania, diversidad que los nazis quisieron borrar del mapa, y que debe defenderse hoy también, pasados ya más de 75 años desde la finalización de esa pesadilla histórica.
De hecho, derivada de esa diversidad de personas que aparece en la obra de Sander, que no refleja lo que Hitler aspiraba para su Reich, no me extraña que el estudio fotográfico de aquél fuese clausurado. De hecho, también perdió a su hijo en los campos de concentración hitlerianos por sus ideas socialistas. Después del fin del nazismo, veo que todavía pudo seguir haciendo fotografías, como una datada en 1952, y titulada “Abogado primerizo” (os animo a buscarla en la propia exposición, si tenéis oportunidad de ir). Yo me identifico con dicha imagen al haberme implicado sentimentalmente con ella por haber estudiado Derecho y, por alejarme de la que antes he citado como El Notario, ya que en esta imagen del Abogado primerizo, me llama la mirada sonriente del hombre retratado en un entorno austero y pobre, solo enriquecido espiritualmente por los cuadernos, libros y lápiz con el que escribe).
Acabé la exposición en el último capítulo dedicado a las manos, bajo el título de “El Ser Humano”, en cuyas imágenes, como ya antes he avanzado, mi pensamiento detectaba la clave identitaria de la persona, sobre todo al hacer su trabajo.
Esta exposición ha acabado ya en Barcelona. Quisiera recomendaros que si va a vuestra ciudad no dejéis de visitarla y de ver las imágenes. Muchos, por no decir todos, nos hablan directamente. He intentado recoger su mensaje, para que los demonios internos que latian en esa sociedad no se repitan.